lunes, 13 de febrero de 2012

Promiscuo universo de las letras.

Este fin de semana anduve de retiro literario. En San Francisco de Macorís, en una colina fuera de la ciudad, entre plantas de cacao y otras raras especies (por primera vez en mi vida vi una planta de pimienta); pude aislarme de eso que llaman el mundo real para hundirme en el otro, el mundo ficcionado por varias decenas de narradores.
Cada uno una voz, y muchas voces; cada quien un puñado de vivencias diversas; disimiles formas de expresarse, unos mas avezados que otros... Una vez más me asaltó la sorpresa que causa en mi cada buen texto; el descubrir esa mirada distinta, ese verbo revivido en el uso original que le da un autor de valía. Me reafirmé en la idea de que no puede trazarse una linea divisoria clara, una clasificación precisa que nos convierta en fría estadística, una etiqueta falsa, un mapa borroso. Y aprendí. Escuché textos fallidos de autores de cierta experiencia, textos luminosos de principiantes certeros, disfruté de la imaginación que trueca cualquier hecho sencillo en historia épica, en drama humano universal. Sobre todo aprendí de la sencillez de muchos, de la entrega esforzada de otros que aun no encuentran su voz. Aprendí de la camaradería y el desprendimiento, de la hospitalidad de los anfitriones y de las maravillas que guarda una vida sencilla, modesta, sin pretensiones. Recordé aquella experiencia hoy extraña por los caprichos de la vida contemporánea, que es andar por senderos entre arboles, ver el cielo plagado de estrellas, sentir los ruidos de la naturaleza. De esto y de muchas otras cosas aprendí.
Siempre y de todo se aprende. Pero sobre todo me afinqué en la certeza de que no hay mejor mundo que el aparentemente solitario y todopoderoso de quienes contemplan la vida con ojos diferentes y son capaces de cantarla con palabras que suenan a nuevas, a recién creadas. No importa cuántos siglos hayan estado ahí, repetidas hasta el cansancio, pero siempre renovadas de la mano de un escritor que hace de la palabra su entrega y realización. Su vida.
Este fin de semana de agotadoras sesiones de lecturas e intercambio, de pocas comodidades y ningún contacto con el mundo exterior; este fin de semana en el que se dilapidaba la vida y la voz de Whitney Houston, Grecia ardía y la oposición venezolana elegía un candidato único; me di un poco más (si es posible) a esa amante perversa que no me deja mentir, ni escapar; que por veinte años apenas, no me ha permitido cejar en el intento de ser yo mismo tan buen amante como ella, la palabra certera, la literatura. Y sé que no estoy solo. Y tal promiscuidad me alegra.

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