miércoles, 1 de julio de 2009

Agitacion del verano

No voy a hablar de la lógica alteración de la rutina que trae el verano; especialmente a aquellos que tenemos la suerte de disponer de algunas vacaciones en este periodo. Hoy quiero reflexionar sobre el aluvión de noticias que por estos días nos traen al pairo; especialmente aquellas que se refieren a la desaparición de luminarias del arte. Tan fuerte ha sido el impacto de estas pérdidas en mí, que otros eventos como la convulsión política en Irán y Honduras solo vienen a ser amplificadores de las emociones. Porque, asumamos que los eventos políticos son al final aquelarres en torno al control del poder; que resultan las mas de las veces en perdidas de vidas, todas importantes, pero atenuadas en el anonimato, ocultas tras la frialdad de una estadística. Pero cuando calla una voz encumbrada de la música pop; o cuando deja de estar una orfebre del movimiento físico y del espíritu... el vacío es más notable.
El día en que murió Michael Jackson me hallaba en New York. Mi anfitrión, un músico muy conocido cuyo nombre omito por discreción, quien conocía a Michael desde los 80's, no podía asimilar el golpe. Había en su dolor razones de todo tipo, sobre todo profesionales; pero también existenciales. El y Michael Jackson tienen la misma edad. Me sumo a esa coincidencia. Y cuando alguien de tu edad muere, son inevitables las preguntas sobre tu propia suerte. El impacto es fuerte. Luego llega la noticia de la muerte de Pina Bausch, justo cuando trabajaba con mi esposa, una coreógrafa que ha sido referenciada con Pina por algunos críticos aunque ella no estuviera de acuerdo; en la preparación de una gira inminente de su compañía a Republica Dominicana y Colombia. Hacia mucho tiempo que no colaboramos, apartados profesionalmente por las exigencias de la vida cotidiana, mis estudios, sus giras... Justo ahora que aunamos esfuerzos para un proyecto y la danza vuelve a ser parte de mi vida; nos deja Pina. Y no puedo evitar el recuerdo de cuando la conocí personalmente en un verano como el de ahora, hace 10 años. Tuve ocasión de estrechar su mano estilizada, suave y de mirarle a esos ojos dulces y sabios que presidían su sonrisa tímida, casi infantil... Entonces enmudecí ante su grandeza y su humildad, combinación tremenda y escasa; y apenas alcance a balbucir algo sobre mi esposa, su trabajo, estilos... y a elogiarla, como seguramente haría todo el que en vida tuvo la suerte de acercársele...
De todo esto ¿qué queda? Las eternas preguntas sobre la razón de la vida, sobre el difícil equilibrio y la dudosa justicia del destino... y la convicción fortalecida de que no hay respuestas mas que el vivir en total acuerdo con los sentimientos e ideas propios, y vivir a prisa, mientras se pueda, hasta que un día nosotros mismos seamos noticia triste que corre entre amigos, familiares y conocidos. Mientras eso suceda, seguiremos buscando respuestas, mientras vivimos de prisa, intensamente, o como nos sea posible...