lunes, 25 de julio de 2011

De cal y de arena

Es curiosa la "materia" de la que estamos hechos, los humores que nos determinan. Hablo de los valores y los sentimientos, de nuestra psiquis y la forma en que reaccionamos a los estímulos. Hablo de Amy y de Daniel.

Hace dos día la noticia de la muerte de Amy me abofeteó por sorpresa mientras buscaba noticias en la internet.Un intercambio de impresiones con una amiga disparó mis emociones. A duras penas contuve un par de lágrimas. Pasado el momento pensaba sobre mi reacción. No conocí a Amy personalmente. Nunca vi ninguno de sus conciertos. Eso sí, mi primer contacto con su música estableció unas conexiones del tipo de aquellas que me unieron a mis ídolos y canciones de todos los tiempos. Fue su voz cálida y a veces borrascosa; pero también su grito de rebeldía y hasta su pedido de ayuda a un mundo que la asfixiaba sin disimulo alguno. Hoy es fácil decirlo, pero es cierto, era evidente que acabaría mal y pronto. No la juzgo. He leido muchos apuntes condenatorios, pacatos, con aires de superioridad incluso de gente que no puede ni acercarse a comprender la grandeza del arte.No la juzgo, digo. La admiro y siento que ella se fue decidida, cerrando lo que sabía su ciclo. Tal vez lo poco y grande que hizo era todo lo que su alma pudo darnos y ella sabía que lo que restaba era ya más y más sufrimiento. Igual lloré admirando su talento; agradeciendo el puñado de canciones que nos legó.














Ayer estuve más tiempo de lo acostumbrado errando por las redes sociales; como en busca de una noticia esperada. Al caer la tarde, dejé la lectura de una novela y volví a la internet. Allí estaba, fría, dura, punzante la nota de una amiga. Me comunicaba que su esposo Daniel, mi amigo de los años universitarios con quien la internet me había permitido reencontrarme después de treinta años; acababa de fallecer. En los últimos meses chateábamos con frecuencia; hacíamos planes para una reunión de colegas de entonces en una playa dominicana; acompañábamos sus problemas de salud que al inicio no parecían tener relación con esa fatídica palabra que aún es el cancer. Hace unos meses su situación dio un giro preocupante. Daniel debió enfrentar el diagnóstico y someterse a tratamiento. "El es muy fuerte y lo rebasará", repetía esperanzada Alina y conjuraba nuestros temores. Ayer la muerte lo tomó por sorpresa y se lo llevó para siempre.

Aun siento la resaca de todas esas emociones y me reafirmo en lo que siempre ha sido una convicción: Vivo a pleno pulmón, cada día celebro la vida y me esfuerzo por hacer las cosas lo mejor que puedo. No tengo el don de adivinar lo que me reserva el guión de la existencia cuando esté cerca de la palabra Fin. Pero si me toca en suerte un sufrimiento como el que debió enfrentar Daniel, mi salida será al estilo de Amy. Un final abrupto que me ahorre a mi y a los mios, el sufrimiento que no merece un ser humano. Después vendrán los juicios y las críticas, pero eso me tiene sin cuidado. La única verdad será que ese que yace con la forma de mi cuerpo, habrá vivido a plenitud y satisfecho de lo que hizo cuando tuvo tiempo.

Hoy debo ir al trabajo. En la noche tendré la tertulia que organizo cada lunes para mis amigos y los amigos del arte. Tal vez piense en Amy y en Daniel. Seguramente estaré pensando en que la vida es bella, mientras se pueda vivirla, mientras nos llegue el momento de decir adiós. Por eso hay que celebrar, vivir a pulmón, dar lo mejor de sí para la gente que te quiere, para la gente que importa. Para tí.

sábado, 16 de julio de 2011

Un asunto de respeto, derechos y libertades

Hace un buen rato no anotaba nada por aquí. Las muchas cosas que hago por estos días, casi todas relacionadas con la escritura, me impedían llegar a este otro espacio de reflexión. Pero ayer, irritado por una mala pasada, una más, que me jugó el exagerado proselitismo religioso que constantemente agrede en este hermoso país; me decidí a manifestarme primero en Fb y ahora aquí con una nota que dice:
"Me revienta que alguien cree un grupo en Fb u otra red social bajo un tema específico, para meter cada dos minutos una cantaleta de su religión particular, cualquiera esta sea. Eso es un irrespeto a quienes tienen diferentes creencias, a los ateos y los agnósticos. Esto es un espacio público. La libertad religiosa no significa andar metiendo tus creencias por los ojos a los demás sin que te lo hayan pedido!"
Por supuesto que me limitaba al incidente concreto en el que un grupo de Fb creado bajo un tema, no sea sino una emboscada para someter a los que entren a toda una perorata cristiana. Para mi el procedimiento es deshonesto.
Debí suponer que el entrar en un tema tan sensible iba a provocar reacciones, algunas muy emocionales. Amigos que profesan la fe cristiana saltaron en defensa de la tolerancia, como si mi planteamiento hubiera sido un desafío a sus creencias. Hechas las aclaraciones pertinentes, vuelvo al punto en este espacio porque creo sano que podamos hablar, civilizadamente sobre un tema socialmente sensible aquí y en muchas otras latitudes.
Creo, es más, defiendo la libertad de credo y pensamiento. Cada quien tiene el soberano derecho a depositar su fe donde mejor le acomode. Nadie puede interferir en el pensamiento de otra persona. (si sabré yo lo que es defender el derecho a pensar libremente). Lo que creo que es totalmente reprobable es querer imponer una manera de pensar o de creer en los demás. Y a eso es a lo que se dirige mi queja. Soy agnóstico. No tengo que dar cuentas de ello a nadie pero ya que estamos en un ejercicio de diálogo pues lo digo. Sin embargo, no dejo de tener mis creencias muy particulares, algunas de ellas escapan a mi propia razón y entendimiento. No siguen ningún dogma ni escuela filosófica. Son mis íntimas y nada ortodoxas creencias y vivo con ellas en mi espacio privado. Por qué entonces tengo que soportar un predicador ambulante en el Metro, a las 8 de la mañana de un lunes, cuando aún lucho con la resaca y los gratos recuerdos del fin de semana y el rechazo a retomar las labores de la oficina? Quién le da derecho a nadie a dirigir potentes altavoces hacia un recinto universitario para acallar las clases con las prédicas de una fe cualquiera a los decibeles de una discoteca? Con qué derecho se pintarrajean las paredes y vallas de una ciudad anunciando que "Cristo viene ya" y otras consignas de igual calaña? A eso es a lo que me refiero. Ya bastante tuve en mi vida de sobreimposición de propaganda política, de la ubicuidad del mensaje sectario, como para entender lo que es la libertad en todo sus sentidos, y protestar cuando alguien trata de agredirme con su fanatismo.
Mis amigos, incluso los más cercanos, tienen cada uno sus creencias (supongo) y eso no es mi problema ni un punto de interés en nuestras relaciones. Nos queremos y aceptamos por todo lo que nos identifica y nos anima a compartir espacios en nuestras vidas. Los quiero y los respeto como son y por lo que son.
El respeto a mi/tu/su/nuestro derecho a pensar y creer en lo que se quiera sin necesidad de imposiciones, tambien es la paz. O no?