domingo, 28 de julio de 2013

De apátridas y paraisos

Hace algún tiempo he perdido el hábito de escuchar música. Mi movilidad es casi esquizofrénica. Paso de una actividad a otra y cuando ceso, celebro la vida. La vorágine que revienta los límites del tiempo es mi manera de existir. Conscientemente he arrinconado la nostalgia por el país en el que nací. Pero hay momentos y circunstancias que me toman por asalto. Regreso de una experiencia cuasi mística, en la que conocí el paraíso en la tierra. Constanza, en la República Dominicana. Mi hermano Camilo hace sonar en su vehículo uno de los mćs grandes álbumes de Carlos Varela. Sin darme cuenta tengo ganas de llorar y entonces comprendo, o reafirmo algo que entendí hace tiempo, que no hay nada tan poderoso como la cultura. Me he refugiado por años en un concepto que es más una falacia que un disfraz. Me he ocultado tras el epíteto doloroso del "apátrida". Me he negado a aceptar ser parte de ese proceso decadente que se da ad infinitum en la mayor de las Antillas. Pero llega Carlitos Varela, y con canciones escritas desde los 80's hasta hoy me desenmascara; saca lo más oculto de mi. Me obliga a reconocerme en un tiempo y una cultura de la que no puedo escapar. En los 90's, recién regresado a Cuba desde una Europa Oriental en plena ebullición y cambio, caminé las calles que Varela cantaba ya desde los 80's. Poco después del giro del milenio volví a alejarme de La Habana, esa ciudad santuario de tantos y tantos amigos dispersos por el mundo... Estados Unidos primero, y ahora el Caribe, no han podido con sus influjos y excesos desgajarme de lo que soy. Cuando comencé a escribir estas palabras, sonaba Como un ángel... Ahora mismo suena Retrato de familia y mis lágrimas no cesan, porque escucho, al decir de Camilo, la más dramática metáfora de la Revolución Cubana. Me duele y agradezco a Carlos Varela el haber sabido leer y cantar mis propios sentimientos. Miro el paisaje, respiro hondo y me felicito de estar vivo y seguir sintiendo pena por lo que ha sido, y esperanza por lo que quizás, tal vez, algún día será... Cuando me escuches decir sobre el desarraigo, o dolerme por las catástrofes cotidianas, please, read my líps, estoy diciendo que quiero regresar a una isla que no existe, y que sólo sería posible cuando las canciones de Carlos Varela que aun me conmueven, o aquellas fundacionales de un Silvio Rodríguez en el que hoy no creo, se hagan realidad en una Cuba que hoy desconozco. Minutos después nos acercamos a Santo Domingo, y la sensación de llegar a casa, aun cuando se venga del paraiso, reconforta