martes, 21 de febrero de 2012

Justicia poética VS nacionalismos estériles

Para escándalo de algunos amigos, no tengo empacho en reconocer que rechazo las viejas nociones y conceptos del nacionalismo, la patria, las generaciones literarias... y otras de las que en alguna ocasión ya hablé. Soy de los cubanos que siente vergüenza ajena cuando alguien nacido en Cuba habla y actúa con aires de superioridad y da por establecido que esa isla en la que nacimos es el ombligo del mundo, o como dicen por aquí “la última coca cola del desierto” (esto sería casi sarcástico, tratándose de Cuba).

Hace poco me dio tristeza algo que me dijo una joven dominicana: "Usted es una persona modesta porque siendo cubano, dice que los dominicanos somos iguales a ustedes" Me dolió esa percepción errónea que vaya a saber como surgió y de que materia se alimenta, aunque sospecho que tiene que ver con la baja autoestima, esa enfermedad tan extendida en estas tierras. Entendí, quise entender, que ella trataba de mostrar la simpatía que ciertamente profesa la mayoría de los dominicanos hacia la gente de esa otra isla en la que nací.

Debo confesar que en las escasas ocasiones en que mi nacionalidad me ha suscitado algún regocijo, ha sido siempre a partir de pequeñas acciones individuales o en muy específicos eventos históricos o culturales. Quién no va a sentirse feliz de ser conciudadano de Bebo y Chucho Valdés, de Lezama, Virgilio y Cabrera Infante; del Beny y Pablo Milanés... en fin.

Anoche viví un momento así. En la atmósfera ciertamente relajada y casi siempre edificante de la tertulia que conduzco los lunes alternos en Casa de Teatro; el escritor e intelectual dominicano Nan Chevalier elogió la tradición de la crítica cultural en Cuba. En su brillante exposición, la contraponía amargamente a la precariedad de esa área del pensamiento en República Dominicana. Y alguien de la concurrencia saltó de su asiento. Sus palabras no buscaban exaltar a unos en detrimento de otros, como casi siempre ocurre en esas pujas nacionalistas tan frecuentes como improductivas; sino a dejar establecida con argumentos, la posición cimera del intelectual que fuera Pedro Henríquez Ureña.

Fueron apenas unas palabras en medio de una noche de riquísima charla sobre literatura, música, arte en general... pero sentado allí frente al grupo, escudado por el contraluz que provocaba la lampara que ilumina a los invitados; tuve un momento de goce discreto. Un cubano había hecho justicia reconociendo a ese ilustre dominicano de estatura continental (en el grupo corrió un aire de satisfacción, de sano orgullo). Todos concedieron y la conversación siguió sin que nadie apelara a los clisés de las trincheras nacionalistas. Pensé en Martí por aquello de “honrar, honra” y agradecí a Camilo Venegas su atinada intervención. Camilo, ustedes lo saben, es cubano.

lunes, 13 de febrero de 2012

Promiscuo universo de las letras.

Este fin de semana anduve de retiro literario. En San Francisco de Macorís, en una colina fuera de la ciudad, entre plantas de cacao y otras raras especies (por primera vez en mi vida vi una planta de pimienta); pude aislarme de eso que llaman el mundo real para hundirme en el otro, el mundo ficcionado por varias decenas de narradores.
Cada uno una voz, y muchas voces; cada quien un puñado de vivencias diversas; disimiles formas de expresarse, unos mas avezados que otros... Una vez más me asaltó la sorpresa que causa en mi cada buen texto; el descubrir esa mirada distinta, ese verbo revivido en el uso original que le da un autor de valía. Me reafirmé en la idea de que no puede trazarse una linea divisoria clara, una clasificación precisa que nos convierta en fría estadística, una etiqueta falsa, un mapa borroso. Y aprendí. Escuché textos fallidos de autores de cierta experiencia, textos luminosos de principiantes certeros, disfruté de la imaginación que trueca cualquier hecho sencillo en historia épica, en drama humano universal. Sobre todo aprendí de la sencillez de muchos, de la entrega esforzada de otros que aun no encuentran su voz. Aprendí de la camaradería y el desprendimiento, de la hospitalidad de los anfitriones y de las maravillas que guarda una vida sencilla, modesta, sin pretensiones. Recordé aquella experiencia hoy extraña por los caprichos de la vida contemporánea, que es andar por senderos entre arboles, ver el cielo plagado de estrellas, sentir los ruidos de la naturaleza. De esto y de muchas otras cosas aprendí.
Siempre y de todo se aprende. Pero sobre todo me afinqué en la certeza de que no hay mejor mundo que el aparentemente solitario y todopoderoso de quienes contemplan la vida con ojos diferentes y son capaces de cantarla con palabras que suenan a nuevas, a recién creadas. No importa cuántos siglos hayan estado ahí, repetidas hasta el cansancio, pero siempre renovadas de la mano de un escritor que hace de la palabra su entrega y realización. Su vida.
Este fin de semana de agotadoras sesiones de lecturas e intercambio, de pocas comodidades y ningún contacto con el mundo exterior; este fin de semana en el que se dilapidaba la vida y la voz de Whitney Houston, Grecia ardía y la oposición venezolana elegía un candidato único; me di un poco más (si es posible) a esa amante perversa que no me deja mentir, ni escapar; que por veinte años apenas, no me ha permitido cejar en el intento de ser yo mismo tan buen amante como ella, la palabra certera, la literatura. Y sé que no estoy solo. Y tal promiscuidad me alegra.

sábado, 4 de febrero de 2012

La hora de los hornos


Ayer supimos que, a pesar de que la Presidenta de Brasil le otorgara la visa a Yoani Sánchez, la corajuda bloguera no recibió (por decimonovena ocasión) el permiso de salida que debe otorgarle quien determina las vidas de todos y cada uno de los individuos en Cuba: el poder militar. Por otra parte, las redes sociales daban cuenta de un incidente ocurrido en Santo Domingo el pasado 28 de enero, que se saldó con una bofetada propinada por el Embajador de Cuba a un ciudadano cubano residente en la República Dominicana. Hoy despertamos con el festinado anuncio de la salida a la luz de unas memorias del caudillo cubano. Me pregunto qué subyace tras esta especie de ofensiva; esta revuelta agresiva en varios flancos. Acaso resuena la marcha triunfal de un régimen, o se escucha su pataleo decadente ante un final inevitable?

En mi entrada anterior en este blog mencionaba “esa ilusión que aun mantenemos algunos; la de que este mundo, por mal que parezca estar, no ha perdido del todo cierto sentido de decoro... ni la capacidad de enfrentar lo inevitable con el absurdo del gesto poético, con la ilusión de un futuro posible y digno”. No puedo sino pensar que pronto Yoani y todos los cubanos de dentro y de afuera podrán entrar y salir de la isla libremente, sin depender del visto bueno de los gendarmes que hoy determinan sus vidas; expresarse sin temor a que sus ideas por diferentes que sean, puedan ser acalladas con violencia; recuperar las memorias de varias generaciones en su reencuentro con su país, con su cultura de vida y con la historia... O acaso sueño?