lunes, 9 de noviembre de 2009

La desazon de los finales

El relativo abandono de mi blog en las últimas semanas; y la necesidad de sacarme esa desazón que siempre me embarga por esta época del año, me llevan a escribir este post. Como barajas, despliego sobre mi escritorio las posibles razones que alcanzo a distinguir bajo la superficie de mi tranquilidad habitual, y una a una las voy sopesando.
¿Será el estado actual de mi trabajo literario? Una novela recién salida del horno editorial, por presentarse al público en un par de semanas… Otro libro en proceso, muy avanzado pero afectado por mi falta de ritmo y equilibrio de los últimos días… No; no creo. Tal vez los preparativos para la participación en Guadalajara… O las solicitudes para el doctorado con todo el papeleo y las fechas límite poniendo presión sobre mi cabeza… Quizás la búsqueda de un empleo que me permita sostenerme sin que me traicione a mí mismo por el afán de la subsistencia… Pero, ¿qué hago? ¡Todas estas cartas apuntan a mi ombligo! ¡Debo mirar hacia afuera, hacia el entorno que puede estar trastornando mi calma habitual…!
¿Qué dicen las otras barajas? Pues no tengo seguro médico (otra vez yo), y el debate sobre el tema en los Estados Unidos se asemeja cada vez más a un circo… Las nuevas que llegan de las cercanías no son nada estimulantes: La carnicería que no cesa en México… Lo de Honduras es un circo, no menos farragoso que el del conflicto anunciado Venezuela-Colombia… La economía internacional, otro circo en el que los acróbatas sueltan las cuerdas, giran en el aire y tratan de asir otras para no caer a plomo y hacerse polvo contra el piso… Las noticias desde Cuba, no menos dramáticas, esta vez parece que en cualquier momento la violencia podría desatarse, alterar el orden, hacer que la carpa se venga al suelo…
Berlín… Berlín retumba sobre mis sienes añadiendo combustible al fuego… Justo hoy se conmemoran veinte años de la caída del muro que, en algún momento en los 80’s, crucé a través del Charlie Check Point. Necesitaba una visa para asistir a un encuentro en Santiago de Chile y mi organización consideraba probable que el Consulado chileno en West Berlin la extendiera. La dictadura se tambaleaba y comenzaban a abrirse brechas que hacían creer en una salida. Por esos días el muro que acababa de atravesar parecía estar allí para quedarse, enquistado en la Historia, como si el futuro del hombre tuviera que asimilarse ad infinitum a aquella aberración… Mis gestiones no fructificaron. El consulado chileno me negó el visado y tuve que volver sobre mis pasos atravesando otra vez el muro, ingresar al Berlín Oriental, y continuar camino hasta llegar a Budapest. Al llegar allí pude ver como ya comenzaban a agolparse multitudes de alemanes que cruzaban la frontera con la esperanza de llegar desde Hungría a Austria y de allí otra vez a territorio alemán…
En unas semanas más Pinochet era derrotado en el plebiscito. Una dictadura se desplomaba y poco después el muro caía. Lo demás es bien sabido: el efecto dominó que fue derribando un gobierno totalitario tras otro. Quiso el azar que me hallara en Praga el mismo día en que la Revolución de Terciopelo hizo saltar al régimen. La noche anterior, la policía checa habían ordenado a los participantes de una conferencia internacional que no abandonáramos el hotel a causa de la tensión en la ciudad. “Pero no se preocupen, todo está bajo control” Al amanecer siguiente, los convencidos cancerberos ya no estaban en el poder.
Ahora no puedo recordar si entonces sentía la misma inquietud que ahora; pero por algo mi cerebro establece asociaciones. ¿Será? Quiero creer que mi egoísmo se ha reforzado y que lo que me afecta está en esas primeras barajas que hablaban de mis problemas. Quiero pensar que lo que pase en Cuba por ejemplo, será como despertar de un sueño y reconocerse en otra situación, en otro espacio, en otro tiempo, sin que medie ninguna pesadilla en ese cambio. Pero qué importa lo que yo (yo, siempre yo) crea o piense en esta vergonzosa distancia de la isla si nunca importó cuando vivía en esa bendita Habana. Lo que importa es lo que está ocurriendo allá, ahora; lo que el mundo observa y lo que hace (o lo que no hace) para evitar un desenlace violento… Eso es lo que importa y no la comezón de este egoísta al abrigo del invierno que se acerca, de las conmociones posibles, de la caída de las dictaduras y el derrumbe de los muchos muros que aun están en pie en el mundo. Igual quería compartirles este desasosiego, tratando de confundirlos, llamar la atención hacia mis problemas para que hagan algo, con la esperanza de que (como se dice en Cuba): le apunten al Morro y le den a la Cabaña.

1 comentario:

jaad dijo...

Yo sorprendo así porque a veces es conveniente andar huyuyo...ya ves, cuando me esperas en el Facebook, ojeo tu mirada...

Ánimo que las cosas, aunque parezcan que no, marchan; mucho más cuando vivimos en libertad, pese a las dificultades que podamos tener...

Me alegro por todas esas noticias de la novela, el libro en proceso, las presentaciones, y envidio esa experiencia de Praga...

En nuestra Habana pasean los fantasmas vestidos de verdugos, y golpean a colegas y amigos, ¿hasta cuándo?

Esas cosas me hacen rabiar pero también darme cuenta de que somos unos privilegiados pese a las dificultades de por aquí ("nadie nos prometió un jardín de rosas"), y lo más importante: de que por muy poco que hagamos, algo hay que hacer, desde enviar un libro, una llamada, replicar las noticias, cualquier cosas que ayude y de fuerza moral a los de adentro...

Me entristece toda la mediocridad de una parte de la blogosfera cubana, siempre perdida en sus envidias, mezquindades, paranoias...

El otro día publiqué un poema en Cuba Inglesa, llégate; es contra-poesía (que es lo que escribo), y me pareció prudente publicarlo ahí, justo por varias razones...

En fin, pese a todo: algo siempre podemos hacer por nuestros amigos y colegas que la pasan mal en Cuba, y muestran su energía, talento, y valentía..

ánimo, hermano..

un gran abrazo..