lunes, 19 de abril de 2010

Apuesta por la vida frente a la muerte

Acabo de saludar a una amiga por la intangible vía internética; con la esperanza de un diálogo alegre, como es su carácter y trata de ser el mío. Pero mi optimismo se hizo añicos ante los hechos. Ayer falleció una amiga muy querida por ella, y por supuesto mi mensaje halló a su destinataria compungida, cruzada de dolor. Esa es la típica circunstancia en la que tantos años de amar y celebrar la palabra se borran, se difuminan, y me dejan ahí inútil, paralizado… No sé manejar el dolor; mucho menos el de un ser querido. De chico me hacían gracia los rituales sociales tales como las condolencias pre-fabricadas, que se daban a través de un par de frases manidas, que terminaban siendo vacías. Ese rechazo me dejó en la inopia de convencionalismos sociales, me arrebató toda posibilidad de inteligencia con el sufrimiento… De ahí mi clara vocación a mi propia eutanasia. No me importan los debates sobre el tema. Mi opinión irreversible es que se me debe facilitar el morir sin sufrimiento desde el mismo instante en que una enfermedad o una circunstancia imponderable me dejen postrado, sufriente, inútil… Pero mientras eso llegue – y ojalá no se precipite ni un segundo pues amo demasiado la vida- hay que seguir viviendo con alegría y hasta con lo que podamos juntar de optimismo, ese bien tan escaso en el mundo contemporáneo. Por eso se me ocurrió en cuestión de segundos todo un discurso realmente sentido pero no premeditado; es decir, endeble, susceptible de inconsecuencias. Afincado en la muerte reciente de uno de mis dos hermanos; me paré en esa orilla de la existencia e invoqué lo que siento tras esa experiencia tan personal. Y le dije a mi amiga de lo ineludible que es la mecánica de la vida, frente a lo cual sólo nos queda dar el pecho y dejar que el tiempo haga el resto. Soy consciente de todo lo que enfrentamos con regularidad aplastante los que merodeamos en torno a los 50’s; es decir, amigos, familiares, que caen fulminados en número desacostumbrado para quienes aún disfrutan de una menos trajinada juventud… Y he aquí mi conclusión apurada: Aunque nunca olvidemos a la gente que se quiere y parte; tenemos que seguir viviendo, amando, riendo, gozando de lo que nos toca. Quiero creer que ellos nos perdonarán eso y hasta nos lo exigirán, si de verdad nos quieren… Y para confirmar la certeza de esta asunción, más allá de alguna inconsecuencia filosófica, existencial… viremos la tortilla. No quedaremos excluidos de ese ciclo implacable y cuando nos toque el turno, más allá de si tenemos o no conciencia después de la muerte; quiero creer que también querremos que los que siguen vivos, esos a quienes amamos y admiramos, sigan disfrutando de la vida sin dedicarnos más que algún recuerdo sentido, sin formalidades ni hipocresías.
Perdonen el tema así como le pedí a mi amiga me perdonara el mal momento de la comunicación; pero no creo que este post – el primero después de algún tiempo - sea sobre la muerte sino sobre la vida. La impresión causada por este incidente me movió a escribirlo. Y si no lo sienten así como trato de decirlo, sólo me queda un recurso; el mismo que utilicé con ella en mi afán de mitigar su dolor: Aquí les envío un abrazo fuerte y una sonrisa por la vida que, ojalá, alcance a contagiarles!