martes, 17 de febrero de 2009

Presentacion de Poemas 1979/2008 de Raul Zurita

Muy buenas tardes. Por muchas y diversas razones hoy es un día muy especial. Para todos, porque estamos dando la bienvenida a Raul Zurita y a esta magnífica colección de poemas. Para mí, por estar aquí de nuevo, en mi país, y en ocasión tan honrosa como la de presentar a un poeta que hace su arte de la vida, o más justo decir, que apuesta en su arte hasta su propia vida; un artista que se ha ganado un sitio de honor en las letras chilenas; un hombre en fin a quien respeto y admiro.

En septiembre de 1973, yo era apenas un muchacho de 15 años que recién comenzaba estudios de arte, cuando una mañana desperté con la noticia terrible del golpe militar contra el Presidente Salvador Allende. Sin dudas ese momento determinó el fin de mi adolescencia y definió en gran parte mi vida como adulto. Por aquellos días, en medio de los sucesos que despedazaban la vida de Chile y de su gente, Raúl Zurita fue a dar con sus huesos al carguero Maipo como prisionero político. Y su poesía se hacía otra, de golpe, como otro fue desde entonces su país, conmovido desde las arenas calcinadas de los desiertos hasta los muros horadados de las ciudades. Herido y sacudido, Zurita hubo de levantarse y seguir, lo que él llama un sueño imposible: “no haber muerto y continuar la extraña poesía de vivir”. O como él ha reconocido, cuando recuperó “la aparente libertad”, escribir fue para él la condena y la urgencia.

Quiso la suerte que treinta y cinco años después del comienzo de este ciclo que he esbozado, en el cálido enero santiaguino del 2008, conociera personalmente a Zurita. Mi entrañable amigo Antonio Briones, con la colaboración de un puñado de soñadores, se hubiera lanzando a la aventura de crear una editorial alternativa: Ventana Abierta; y que la presentación de una edición bilingüe de mi libro Paisaje de Arcilla por esa empresa entonces naciente, me llevara por fin al Chile que tanto me sedujera desde una distancia que parecía imposible de suprimir durante todos estos años. La aventura quijotesca que se estrenaba por aquellos días, apenas un año después presenta aquí credenciales de mayoría de edad, y entre ellas preside por derecho propio esta antología:

Poemas (1979/2008).

Como su título indica, en ella se recoge lo medular de un cuerpo poético construido a golpe de versos, dolor y amor, durante casi treinta años. Hoy la tenemos aquí en su versión original. Pronto aparecerá también en versión bilingüe español-inglés. Contiene una selección de poemas de una decena de libros ya publicados, así como una selección de inéditos que el autor ha tenido a bien confiarle a Ventana Abierta Editores.

Abren esta colección fragmentos escogidos de dos textos tremendos: Purgatorio y Anteparaíso, esa especie de díptico monumental considerado un fiel exponente de lo que se ha llamado su poética de la imprecación, “…cierta súplica avanzando a paso agigantado…” como ha dicho la académica chilena aquí presente Pavella Coppola. La voz totalizadora del poeta habla extendiendo su dolor a todos los confines de su país; desde espacios tan abiertos que todo lo abarcan, copando los límites físicos y los del espíritu. Los mares aparecen como la fuente de la vida y el final de la misma; y sobre todo el desierto, no sólo por el peso de este en la geografía chilena, en la vida de la gran masa de trabajadores que hace producir las minas de cobre, pilar económico del país; símbolo de las contradicciones sociales y conflictos históricos y culturales; sino también por el valor específico del desierto como lugar propicio a la revelación divina; porque en cuanto paisaje de cierto modo negativo, el desierto es el dominio de la abstracción que se haya fuera del campo vital y existencial. En consecuencia; ningún escenario mejor para esa imprecación que lanza el poeta por el amor perdido, por la patria ultrajada:

“… Se secaron los pastos y el desierto me fue el alma…”

Zurita se considera “un hombre doloroso” al extremo que alguna vez estuvo a punto de cegarse voluntariamente porque, ha dicho él “…sentía la necesidad física de unirme a las heridas de los cuerpos, de herirme tal como estaba herido todo su territorio”. En la nota introductoria a la edición bilingüe de 1986 de Anteparaíso; su autor desmenuza el proceso de construcción del poema en el que, reconoce, empleó nuevas formas poéticas, “…desde el uso de sistemas lógicos y matemáticos de distorsión, rupturas con la dicción poética convencional y escritura aérea…” Sobre el esquema general de construcción del poema declara: “Anteparaíso fue concebido como una estructura total, una trayectoria comenzando por la experiencia de todo lo precario y doloroso en nuestras vidas y concluyendo con un destello de felicidad” Este poema, colección de poemas en realidad, colocó a Zurita en la atención internacional. Ignacio Valente, uno de sus críticos más asiduos desde los inicios, consideró que “…en Anteparaíso Zurita escribe en las mismas fronteras de la lengua, y no desde áreas ya conquistadas…”, y considera el texto como “…una respuesta creativa, un acto de resistencia a la violencia y el sufrimiento durante y después del golpe de 1973 que derrocó al gobierno democráticamente electo de Allende…”

Quiero hacer notar sin embargo, que el peso específico de este elemento no tuerce el impulso experimental en Zurita. En su afán por explotar el material con el que trabaja, la palabra alcanza cotas que le acercan a la visión y a la construcción de una poética del límite, más libre y a la vez telúrica, con una fuerte carga de terrenalidad, de amor por la pareja, por el país, por la utopía. Este es el carburante con el que mueve su obra; una poética con marca propia.

Y si de rupturas formales y experimentos hablamos, hallamos un ejemplo contundente en la acción de desplegar los quince versos del poema “La vida nueva” en español sobre el cielo de Nueva York, a manera de homenaje a los grupos minoritarios y más específicamente a la comunidad hispana de los Estados Unidos. Esta acción fue la realización, según el propio Zurita, de “la mayor ambición a la que nadie puede aspirar: tener al cielo como una página en la que cualquiera puede escribir”

Me he detenido en una zona específica del libro, pero igual interés e intensidad hallamos en el resto. Igual placer nos espera en la lectura de Canto a su amor desaparecido, Poemas militantes, INRI, Los países muertos, e In Memorian; este último, un testimonio sarcástico del día a día del prisionero político. El amor y la muerte, la tragedia patria; así como los diferentes registros de la voluntad experimental zuritana recorren esta antología que desde ya garantizo será uno de los libros imprescindibles de la poesía chilena.

En la sesión final, cuando transitamos la zona de los poemas inéditos, sentimos los bordes filosos de su mirada a la realidad más cercana en el tiempo, y tenemos la oportunidad (casi la necesidad) de aventurar profecías. Nos preguntamos hacia donde va su poesía, si se aleja del experimento o si, por el contrario, se afinca en él como una vía de liberación y defensa, como una cura frente al desgarro que sigue siendo para él la vida. De todos modos Zurita es aún joven, sigue entre nosotros y creando. Para colmo de privilegios está aquí hoy y de su viva voz podremos escuchar sus poemas, y cualquier reflexión que nos quiera compartir. Le agradezco de antemano y en nombre de todos no solo por su presencia y sus palabras, sino por la oportunidad de poder disfrutar su obra. Permíteme también Raúl agradecerte el privilegio de tu amistad.

Muchas gracias.

1 comentario:

Margarita Garcia Alonso dijo...

A ver cuando actualizas esto que uno se pasa la vida escribiendo en vano.
Un abrazo
margarita
http://margaritagarciaalonso.wordpress.com/