En unas horas, habrá un triunfador en el juego espurio montado en Tegucigalpa ante la mirada incrédula del mundo. Las elecciones hondureñas definirán el triunfo de una apuesta a la inercia y a la desmemoria. Supongo que los artífices de la maniobra, a la que se le ven todas las costuras y parches, confían mas en esas flaquezas de la comunidad internacional que en el sentido de cambio y de justicia que se esperaría de la nueva (?) administración norteamericana. Ella es la obvia protagonista de esta operación fallida. "Total", pensaran, "¿quien va a poner reparos en lo que pase en un país como Honduras?"... Hmm, error total.
En un terreno como el de la política exterior norteamericana hacia América Latina en el que no ha habido demasiadas pruebas de cambio, pesa mucho esta confirmación de continuidad. Cierto es que no hemos visto desembarcos de unidades heli-transportadas como sucedió en tantas otras ocasiones en el pasado, en Panamá por ejemplo, cuyo gobierno es hoy uno de los pocos que santifican la maniobra electoral de este domingo… El juego (poco) diplomático ha tenido la misma torpeza de aquellas sempiternas botas hollando tierra ajena, y el balance para la pálida reputación del gobierno de Estados Unidos en la región no puede ser peor. Tal vez alguien en el Departamento de Estado calculara que la imagen de Zelaya estaba lo suficientemente deteriorada como para suscitar respaldos; y en esto, tanto como en la errática actuación de este personaje puede que no le falte razón. Pero torcerle el brazo a la democracia frente a un continente sediento de esta es un error garrafal que no dejará de tener consecuencias nefastas. No basta con acarrear 300 observadores, suscitar dos o tres reconocimientos y hacer sonar violines de reconciliación para acallar las diferencias. El error será siempre imputable a los burócratas que determinan políticas sin conocimiento directo de las realidades latinoamericanas, pero el crédito o el descrédito caerá sobre una administración que se presenta como la del cambio.
Un artículo en línea de El País de España abunda sobre el asunto (ver enlace). Me limito aquí a ventilar mi decepción con todo lo ocurrido. Mal por Zelaya, su manipulación populista y todos los errores que apuntan más al desgobierno tradicional que a la renovación democrática que su pueblo necesitaba. Muy mal por los golpistas, la oligarquía intransigente e impresentable que echó mano al ejército y a los métodos gangsteriles propios de otras épocas para deshacerse del incómodo caudillo. Peor aun por los actores internacionales que contribuyeron a esta especie de no solución final, incluidos aquí los que pretendían y aun proclaman hacer lo contrario a lo que han hecho.
Después de todo, cómo se enfrentarán en lo adelante los conflictos en la región. En quién confiar como interlocutor válido. Cómo creer en los discursos que amparan encerronas golpistas y elecciones maniatadas... Es obvio que estos echan leña al fuego de los discursos populistas. Peor aun, crean escisiones y rompen posibles consensos en torno a otros problemas que afectan a la comunidad internacional y la privan de posibilidades para influir en su solución.
Ojalá la falta de visión de hoy no haga revivir otros males del pasado, en los que siempre llevarán las de perder las naciones del continente. Mientras tanto, esperemos a ver lo que sucede en Tegucigalpa en las próximas horas. Pensemos que nadie puede haber sido tan estúpido como para legitimar el golpe. A sabiendas de que, una decepción más a causa de las tropelías de los políticos, no va a hacer nuestro día diferente. Las posibilidades de una sorpresa positiva, aunque siempre bienvenida, son cercanas a cero.
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