miércoles, 23 de diciembre de 2009

De Kundera, la nostalgia y los abrazos rotos

Todo se alinea para tomar una apariencia de logica perfecta y poner en entredicho una vez mas, la erratica nocion de casualidad. Hoy, despues de mucho tiempo,vuelvo a Kundera, y apenas comienzo a leer La ignorancia navego por su tratado acerca de la nostalgia. Cuando llego al capitulo en que Irena recibe a su madre, de visita en Paris tras casi dos decadas de separacion, no puedo evitar recordar mi unica visita a La Habana, despues de seis anhos de haber partido.
A quienes conocen lo que significa la lejania obligada de su tierra, no tengo que explicar lo que se siente y se piensa durante todo el tiempo que precede al reencuentro. Para quienes no han vivido esa experiencia, no podria explicarselo en el limitado espacio de un post. Tal vez por eso salta a mi mente el fabuloso titulo de la ultima pelicula de Almodovar (que aun no he popdido ver), y decido exponer esa vivencia a traves de una breve reflexion alrededor de algunos abrazos rotos.
No necesito decir que cuando uno visita a su pais no es "al gobierno" a quien visita, ni siquiera "al pais" como acabo de decir por descuido. Se va en busca de los afectos y paisajes conocidos, de los sonidos y los olores, del ritmo de las palabras y el movimiento de la gente cuando camina, cuando gesticula... Se va a recuperar todo aquello que se nos ha negado por la larga separacion.
Mi visita coincidio con la Feria del Libro de La Habana, por invitacion de Ventana Abierta editores, de Chile, que presentaba mi libro Paisaje de arcilla en edicion bilingue. Rara situacion para un cubano que regresa a su tierra con credenciales de otro pais, para presentar un libro al que se le habia impedido la circulacion en su propio pais unos diez anhos antes. Era de todos modos, ademas de un acto de justicia una oportunidad inmejorable para el reencuentro con unos pocos viejos amigos, escritores con los que en los 90's compartia a mares literatura, licores y tiempo. Creia entonces que tambien se trataba de amistad.
Leo a Kundera y me parece que habla de mi vida. Parece que el sagaz Milan, que ya alguna vez fue capaz de hacerme entender muchas cosas sobre Cuba cuando hablaba de la Checoeslovaquia que ya no es; ahora vuelve en mi ayuda a descifrar ese mal regusto que me traje de la Habana en mi primer y unico viaje.
El primer dia en que me aventure al recinto ferial iba nervioso. Me preguntaba a quienes encontraria alli, que sobrevivientes de la diaspora de todo este tiempo persistirian en el oficio. Tambien anticipaba posibles actitudes de rechazo por parte de algunos personajillos oficiales que sin dudas tendria que encontrar en los pasillos, en los salones de presentaciones, en los bares de la Feria...
Hubo de todo, pero nada tan terrible como los abrazos rotos. En dos ocasiones los abrazos quedaron congelados antes de producirse. A mi alegria casi infantil por el reencuentro se opusieron miradas de sospecha e incluso una pregunta que pretendia definirme antes de decidir el tipo de recepcion que ofrecerme: "!Un momento! Estas alla o aqui?" Seis palabras mas que suficientes para pulverizar mi ingenuidad. A este personaje, como a la mama de Irena, no le interesaba el reencuentro, el recuperar el tiempo y las historias ocurridas en el largo lapso de seis anhos... Su intencion era imponer su actitud por encima de cualquier consideracion, aclarar su posicion antes que sobre el se abatiera cualquier sombra de sospecha. Hubo de todos modos un abrazo, mas frio y desasido de lo que suelen ser los de estas latitudes en las que el saludo mas que muestra de afecto es ritual de cortesia y contension. Fue un abrazo roto que no podia ser de bienvenida sino de despedida. Un abrazo aleccionador para todos los que se preguntan por que no nos entendemos los de adentro y los de afuera. Un abrazo castrado como nuestra estirpe, tan idealizada por propios como estigmatizada por ajenos. Un abrazo tan sin abrazo que solo pudo fundarse en lo que da titulo al libro de Milan Kundera que leo por estos dias: La ignorancia; atizada por otra palabra que recorre y casi aflora a traves del libro: el miedo.
Finalizando diciembre en medio del torbellino de emociones y fiestas de esta epoca, rodeado del afecto de mis hijos y nietos, de amigos entranhables de diferentes origenes y culturas que nunca preguntaron de donde soy para ofrecerme su amistad; siento nostalgia por aquellos dias dificiles en que sobreviviamos a golpe de letras y alcoholes, rodeados de gente a la que creiamos amigas... y con la ayuda de Kundera comprendo mejor que la nostalgia, tambien puede ser enganhosa... Entonces me alisto y salgo en busca de los mios, para continuar celebrando estas fiestas de fin de anho y deseando a todos, incluso a aquellos paralizados por el miedo y la ignorancia, un 2010 lleno de abrazos genuinos, y de esperanzas por un tiempo mejor.
(Perdonen la falta de acentos y otros errores ortograficos. El editor del blog no tiene corrector y algunos problemas tecnicos pasajeros me impiden editar en Word)

lunes, 14 de diciembre de 2009

Forrest Gander: Una cuchilla al viento


Contrario a otras ocasiones, escribo estas líneas partiendo de una impresión que he convertido en título y a partir de ahí desarrollo las ideas. Espero resulte, aunque desde ya advierto el contrasentido que late bajo la frase, y a un tiempo creo que funcionará precisamente por eso, porque parto de esa contradicción.
Forrest Gander nació en el desierto de Mojave, California, apenas unos años antes que yo. Escribí sobre Ligaduras, el libro que me encargaran presentar en Guadalajara a inicios de este último mes del 2009, antes de conocerlo personalmente. Leí con anticipación muchos de sus textos. Ví sus fotos en la red. Lo imaginaba como un hombre alto, fornido, desafiante. Tal vez esos esquemas que se forman a pesar del rechazo a los esquemas; que sedimentan a partir de la información tóxica acumulada por años, estereotipos inculcados, imágenes de una geografía ajena sólo entre vista en el cine. Pero fue sobre todo la fuerza de la palabra lo que contribuyó al equivoco; esa creadora de imágenes mundo construidas como a cuchilladas de carácter, a base de emociones fragmentadas, pasajes rotos, impulsos apagados… Ligaduras recoge todo eso que se siente y se calla, o se vomita impensadamente cuando ya no se puede callar…



“Dijiste, llevo dos hombres dentro de mí. Recuerda
Al otro. Al que no te hizo esto”



De tal tesitura eran mis sentimientos hacia el libro y su autor, la imagen anticipada del poeta. Cuando pude confrontar al hombre que produjo aquellos versos-discursos-imágenes, la palabra confrontación perdió todo su sentido. Forrest es apenas una pulgada más bajo en estatura y aunque de complexión fuerte no tiene una presencia que se imponga sino todo lo contrario, se funde en el grupo humano. Llegó a la mesa del desayuno, se presentó con la suavidad de un viejo amigo, la firmeza de un apretón de mano y una mirada afectuosa sin cortapisas. Habló con sencillez como descubriendo el mundo, o al menos nuestro mundo de gente culturalmente llegada de otra zona del planeta que él ama y admira, al sur del Río Bravo. Una parte de su expresión desprevenida y la otra fuerte, la de la mirada aguda, la observación certera. Esa misma mezcla que había sentido en sus versos donde lo tierno roza el filo de un cristal roto y lo terrible se ahoga en algodones protectores. Tal vez sea ese el tipo de contraste que viven los habitantes del desierto, entre el desafío a los elementos y lo cálido de unos mundos interiores difíciles de proteger.



“¿Podría yo sentir cómo el arrastre de la marea retrasa un lapso en el movimiento giratorio de la tierra?”



Después llegó el momento de la lectura y se produjo la transformación, no por esperada sorprendente. El arco que se tensa cuando está por lanzarse hacia lo alto aquello que engendró la poesía. Y ese instante, que solo pudieron vivir quienes se agolparon en una de las salas de la Feria de Guadalajara para escuchar al vate en su ejercicio, bastó para redondear la imagen, fundir los metales, liberar el calor de la colisión que se produce cuando se encuentra a un amigo, se descubre a un guardián de la palabra, de esa palabra exacta que conduce a una verdad reconocible…
Les invito a leer Ligaduras, un poemario bellamente editado, iluminado por otra poeta que a su vez hizo la traducción al español para esta versión bilingüe, Valerie Mejer; hermoso libro que suma un lauro más a la pujante y muy profesional labor de un grupo de amigos afincados en el Sur del mundo, allá en Santiago de Chile, cerca de otro desierto el de Atacama, que parece unirse a la conspiración que hace posible esta y otras joyas del catálogo de Ventana Abierta editores, del que me honro en ser promotor y parte.