Absorto en los estudios, los exámenes de grado y la escritura, (lamentablemente en este orden); vapuleado por las noticias incesantes de gente querida que parte...; de tal modo mi atención se apartó momentáneamente de los sucesos que han estado afectando este país y a la región en las últimas semanas. Es decir, en mis hábitos cotidianos hubo un quiebre de la “at-tensión” de la que hablara Barba (y me refiero a Eugenio, para los mal pensados).
Nunca he podido zafarme totalmente del pernicioso vicio (no todos lo son, creo) de la sensibilidad política que padecemos algunos (¿qué dirá J. Ferrer?). Por eso después de cierta distracción por asuntos mucho más importantes... regreso y advierto cambios en el panorama local y global.
Pongamos en el mismo ramillete un par de asuntos: el ensordecimiento (perdón por el desliz aquí de un termino lingüístico…) de la imagen de Obama, hasta el punto que es difícil recordar la energía que luciera en la carrera hacia la Casa Blanca. Y por otro lado, el tema de Honduras hace reescribir los libros de la tradición diplomática internacional, y las nociones de decencia política.
En cuanto a lo local, me refiero aquí a los efectos aparenciales del fenómeno; (no salten aun los obamistas pues me considero "del barrio"; esto no es un ataque). El hombre parece sucumbir en la maraña gordiana del debate sobre la salud, avinagrado (como si hiciera falta más acido y acíbar), con un sinnúmero de trampas y puñaladas traperas que llegan de todas direcciones, tanto de tirios como de troyanos. Los unos, porque no acaban de acostumbrarse al hecho de que cualquier ciudadano de este país tenga derecho a ocupar la silla presidencial, es decir, se niegan a defender los preceptos de la Constitución aun siendo como son, ¡y mucho!, de conservadores... Otros, porque simplemente no están de acuerdo y punto. No les interesa discutir, negociar, consensuar, sino vociferar, atacar, denigrar... que no faltan extremos en este mundo, amigo Eric como no faltan los que sin saber por qué, se resisten al cambio, cualquiera sea este. Punto y aparte en este sainete merecería la gran prensa... Resulta que durante la campaña por la presidencia, los republicanos (sin dejar de usar a su favor un sector de la televisión y los diarios) acusaban a los medios de liberales y de favorecer a los demócratas... lo que dudo fuera cierto. Creo que por esos días, que ya parecen remotos, las emociones estaban exaltadas porque nadie podía sustraerse a la desesperada necesidad de un cambio de rumbo en este país. Sin embargo en las últimas semanas, de la pantalla de mi televisor emana un tufo extraño siempre que se habla del trabajo del flamante Presidente (quien no lleva un año en su silla y ya se le piden cuentas por los desastres de –nadie parece recordarlo- casi toda una década), y de su esfuerzo por impulsar una reforma del sistema de salud que no todos saben hacia donde irá. Entre otras delicadezas inherentes al ambiente político, aparecen noticias sobre actos y campañas racistas perfectamente orquestadas que no encuentran una respuesta contundente de las autoridades ni aún de la sociedad civil…
En cuanto a la otra espiga en este atado: Pareciera que lo que se juega en Honduras es el respeto a la constitucionalidad y el conjuro del mal recuerdo de los golpes militares en America Latina. Todos los actores parecen estar de acuerdo en el slogan ¿Quién podría oponerse a tal argumento? Si sólo fuera enteramente cierto… pero de serlo, y para no revolver la materia fétida que se acumula por más de cien días ya, me limito a hacerme una pregunta: Si en lugar de Zelaya, el “golpeado” fuera un político libre de toda sospecha de populismo ramplón; la comunidad internacional con sus pesos pesados a la cabeza ¿habría actuado de forma tan errática y permisiva hacia la pandilla de impresentables que concibieron y ejecutaron el trasnochado golpe? Las costuras asoman por todas partes. Se trata de quitarse de encima a un político que le hacía el juego a Chávez, también chapuceramente, y de sacar de escena con “minimal damage” a los impresentables que facilitaron el asunto. Estos tontos útiles cargarán con las culpas, aunque no habrá condenas (“un error lo comete cualquiera”, palmaditas en la espalda, “no lo vuelvas a hacer, nene”); y se tratará a toda costa de hacer funcionar y legitimizar unas elecciones mediatizadas por el conflicto de marras. Así, la magia de tener un gobierno limpio del polvo y la paja que ha levantado esta fajatina tan conveniente a los intereses tradicionales contrarios a la escaramuza chavista; obrará el milagro del "renacer democrático" de Honduras a su historia de siempre, al callado lugar de privilegio entre las naciones más pobres del hemisferio...
Por suerte ya he terminado con unos exámenes que me parecen absurdos; pero antes que seguir prestando atención a estas farsas de cine de pueblo, prefiero dedicarme a algo más útil. Voy a recuperar el tiempo perdido volviendo a mi proyecto pospuesto: un libro en proceso, que lleva el mismo candor de su título: Ojos de niño. Con ellos mis personajes miran desde la felicidad salvaje de un barrio humilde y la altura de su infancia/ adolescencia; lo que ocurre en los primeros días de la revolución en Cuba. Y como ellos no mienten, creo que por un tiempo navegaré en un mar más amable que el que se agita bajo las noticias de estos días. Por ahora disfrutaré sólo el viaje. Espero poder compartirlo alguna vez con ustedes, si la vida y alguna editorial interesada me lo permiten.
1 comentario:
Mis saludos desde el confin extremo, del el sur de América, Santiago de Chile un abrazo afectuoso y fraterno, grata lectura, interesantes alcances políticos, aquí de mucha actualidad, estamos ad-portas de una elección presidencial, bastante interesante, agitada contraversial, después de mucha apatia y desden, se agradece de todo,
Leo Lobos
Publicar un comentario