Las noticias hablan del absurdo crimen cometido por Yao Jiaxin, de 21 años. Tal vez deba detenerme a decir que todo asesinato es absurdo; pero este despedaza toda posible lógica.
Leia distraidamente mis mensajes electrónicos y por ser estas fechas de esas en las que no ocurre mucho; descontando unas expectativas de cambios en Cuba, la guerra civil en Libia y alguna que otra hazaña deportiva aquí o allá, no esperaba que nada alterara la tranquilidad de mi café vespertino. Entonces en un cambio distraido a otra pagina web choqué con la noticia.
Una anónima mujer de la provincia de Xian cometió la torpeza de desplazarse por las calles de su nordestina provincia al filo de la medianoche y en el más popular de todos los medios de transporte en China: la bicicleta. Es fácil imaginarla fluyendo como esos pececillos que acarician nuestros pies en las playas. Inofensivos, apenas visibles por su pequeñez y transparencia, integrantes de una mancha de incontables congéneres que parecen no tener otra funcion en esta vida que deambular en legiones por la orilla de las playas. Algo parecido a esos millares de seres que fluyen en las grises calles de las ciudades chinas; aunque sin la alegría contagiosa de aquellos pececillos plateados.
Una segunda meditación me hace establecer otro nexo entre aquellos peces y esta mujer de Xian: Su fragilidad; su probable destino a manos de seres más fuertes y voraces. No es difícil imaginar esa mancha brillante y saltarina siendo diezmada por la fiera dentellada de una criatura marina mayor. Sin embargo; ¿quién puede agredir de igual manera a esa pobre mujer cuyo nombre incluso se hace irrelevante?
Un asesino
El despiadado conductor de un enorme camión
Un adormecido borracho tras el volante de un auto deportivo
Un matón...
Todas estas respuestas son equivocadas.
Ayer, mientras ella pedaleaba mecánicamente hacia o desde su trabajo - el cable no da mayores precisiones - su bicicleta fue atropellada por el paso de un vehículo ni agresivo ni veloz. Fue un auto conducido por unas manos nerviosas incapaces de evitar la colisión. Eran estas las de un virtuoso del piano, un estudiante del Conservatorio de Música de Xian. Probablemente uno de esos asustadizos genios precoces que en apenas un par de ejecuciones musicales se convierten en ídolos de la ciudad, del país incluso. Un joven apocado; arrobado unicamente por la belleza de las piezas que ejecuta y la certeza de una vida de glorias artísticas. Un muchacho con un futuro demasiado grande, demasiado presente como para no sentirlo al alcance de la mano.
El ruido del golpe fue como un alfiler que reventara el globo de su mundo etéreo, hermoso, perfectamente realizable. El muchacho se agitó sorprendido. El susto no le dejaba dilucidar entre el deber de socorrer a la posible víctima y la urgencia de salvar esa ilusión de futuro que estallaba con el globo de su imaginación. Atrapado de tal modo, vio a la mujer mal herida pero aun con vida, clamando ayuda con una mano que le señalaba y una mirada demasiado vivaz para su estado. No supo qué hacer. Pensé que sería demandado; que tendría que pagar una alta suma de dinero a la víctima; posiblemente el monto de todos los premios que había obtenido y los que estaba por lograr. Pensó que la gloria se le escapaba. Sin apenas entender lo que hacía, su propia mano asestó varias cuchilladas al cuerpo anónimo que se interponía entre el y sus sueños. Quiso cerrar aquellos ojos que le habían visto, que habrían podido identificarlo a él o a la matrícula de su auto. Quiso escapar a este imprevisto destino.
Absurdo como cualquier crimen y extraño como el que más; este incidente que apenas duró unos segundos acabó con la cadena de ejecuciones brillantes del gran artista que prometía ser, que ya sentía que lo era; y apenas alcanzó a convertirse en un asesino.
La historia conmovió a la gente en aquella región de China, al país entero, a la comunidad internacional que supo de los hechos en cuestión de minutos.
Nadie sabe el nombre de la pobre mujer ni lo que fue o pudo ser su vida. Nadie se detuvo un segundo a pensar en ella. Como nadie piensa en el destino de los peces alegres que desaparecen por miles en la boca de sus depredadores cada mañana del mundo.
Ciudadano del mundo, residente de momento en Santo Domingo... Escritor, nómada, amante de los libros, del mar, la buena música y las buenas amistades.
sábado, 23 de abril de 2011
sábado, 9 de abril de 2011
Vivir el minuto
No sé si será porque estamos en abril; porque ayer vi una buena película o quizás fue que hoy me levanté escuchando Salsa de la clásica... Tal vez alguna buena conversación actuó como detonador o la revisión que hice ayer de la maqueta de un hermoso libro escrito por un gran amigo... Pudo ser incluso la ducha de esta mañana con la temperatura y presión de agua exacta... o tal vez los dos cafés expresso puntuales con los que comienzo cada día, o el recordar que hoy está de cumpleaños el viejo Saúl, hermano colombiano... En fin; así de hipersensibles somos los humanos (¿o no?).
Lo cierto es que hoy me siento feliz sin una razón clara, porque a decir verdad nada extraordinario se avizora en lo inmediato. Sin embargo, me sostiene la conciencia reafirmada en cada uno de esos hechos que mencioné antes. Es decir, veo en esas pequeñas cosas señales del imperativo de respirar a pulmón lleno a cada segundo. No por miedo a la partida definitiva, sino por amor a la vida tal y como nos la labramos a pesar de los pesares.
Y no sigo con mi canto porque no puedo permitirme abusar de las palabras; aunque confieso que no pude impedir compartir con mis amigos este sentimiento. Si de algo les sirve; si les alegra el instante o les recuerda que no podemos dejar que la vida se nos vaya mientras andamos aturdidos; ya eso sería un motivo más de felicidad.
Miro a lo que resta del día y veo una lectura, un par de horas escribiendo, la visita de algunos amigos y una buena película y todo lo demás que surja y que será bienvenido. ¿Alguna propuesta?
Lo cierto es que hoy me siento feliz sin una razón clara, porque a decir verdad nada extraordinario se avizora en lo inmediato. Sin embargo, me sostiene la conciencia reafirmada en cada uno de esos hechos que mencioné antes. Es decir, veo en esas pequeñas cosas señales del imperativo de respirar a pulmón lleno a cada segundo. No por miedo a la partida definitiva, sino por amor a la vida tal y como nos la labramos a pesar de los pesares.
Y no sigo con mi canto porque no puedo permitirme abusar de las palabras; aunque confieso que no pude impedir compartir con mis amigos este sentimiento. Si de algo les sirve; si les alegra el instante o les recuerda que no podemos dejar que la vida se nos vaya mientras andamos aturdidos; ya eso sería un motivo más de felicidad.
Miro a lo que resta del día y veo una lectura, un par de horas escribiendo, la visita de algunos amigos y una buena película y todo lo demás que surja y que será bienvenido. ¿Alguna propuesta?
domingo, 3 de abril de 2011
Cómo viste un escritor a sus personajes?
Estoy regresando, y como para calentar motores, subo una entrevista que me hiciera hace algún tiempo mi amiga Claudia Gontovnik. Ella dirige la revista electrónica Tu Trend.com que versa sobre moda. A propósito del tema, surgió este intercambio. La novela que menciono es Fijar la Mirada, ya finalizada y publicada en República Dominicana por el Premio Internacional de Novela Casa de Teatro.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)